Avellaneda: Origen Europeo Y Negación Indígena

Pablo Rolón

Avellaneda: Origen Europeo Y Negación IndígenaEste escrito surge a raíz de una proclama del poder local «Avellaneda es Vicentín y Vicentín es Avellaneda», lema con una fuerte connotación excluyente. La intervención de Vicentín por el Estado nacional se plasmó en las redes sociales en una lucha discursiva algo dialéctica, lógica y sobre todo retórica llegándose a escuchar o leer como que Avellaneda es «una colonia PURA (así con mayúsculas) de Friulanos.

Por qué estos relatos, mitos y/o representaciones sociales predominan en el imaginario social de esa Avellaneda “origen puro”?…

El proyecto de la generación del 80, no sólo tenía un proyecto económico definido. Agroexportador”, sino también un proyecto étnico cultural: el argentino blanco y europeo.

Durante generaciones se fue consolidando un discurso hegemónico cimentado que lo civilizado era lo europeo, mientras lo bárbaro estaba vinculado con nuestras raíces indias, hispanos-criollas, y representaba el atraso. Ese modelo de estado, liberal oligárquico fue monocultural, excluyente; diversos actores sociales quedaron excluidos/as e invisibilidades como los negros e indios. Es así como el “conquistador” General Manuel Obligado, tiene su presencia histórica en la ciudad con el “quebracho” en la plaza central y en el escudo de la ciudad.

Pero la otra historia, la de esos negados nos afirma que en el “desierto” chaqueño, habitaban los dueños legítimos de estas tierras: abipones, tobas, mocovíes, relacionadas ligústicamente a la familia Guaycurúes.

Tal vez no esté en la historia de la ciudad las primeras culturas nativas, pero está presente en cada rostro moreno y en el arroyo el “Rey” denominación puesta por el conquistador, porque en realidad su nombre original era “Ychimaye” : Río de las calabazas.

Muchos avellanedenses disfrutábamos en verano de este arroyo, como recreación o en distintas en distintas épocas del año con la “pesca”. Cuentan los “abuelos” entre lágrimas y recuerdos como ese arroyo posibilitaba sábalos, surubíes y dorados durante todo el año y que cada tanto se “tragaba” algún nadador desprevenido. Todavía existe personas “desaparecidas” que nunca se halló su cuerpo. La leyenda popular cuenta que esto deviene en la época de la conquista de Obligado, cuando se produjeron matanzas y muchos abipones “flotaban mutilados” en el arroyo. Entonces como respuesta los chamanes, desataron una “maldición” a futuras generaciones, como recordándoles y castigando al hombre blanco.

Leyenda o historia, lo que sí es verdad que siempre tenía un caudal y remansos respetables. No solo en nombre de la modernización y el progreso se justificaron genocidios, sino también la destrucción del medio ambiente. ¿Qué fueron de los bajos submeridionales? ¿Por qué este arroyo se quedó sin caudal de agua perdiéndose los recursos itícolas y lugar de veraneos y esparcimientos de los sectores populares de la ciudad? ¿Por qué se intoxicaron esas aguas sin el control de efluentes industriales? Tal vez un punto de análisis e investigación puede ser conocer como el avance del monocultivo de la soja transgénica, agrotóxicos en la década 90, en nombre del progreso (de unos pocos) impactó social y económicamente en la región. Fueron épocas de la década menemista de convertibilidad y de sojización. Donde muchos/as funcionarixs y dirigentes políticos miraron para otro lado dejando a merced de las “fuerzas del mercado” eufemismo de neoliberalismo a cientos de pequeños productores de la región que vieron perderlo todo. Significó la expulsión y migración del medio rural de estos sectores que quedaron abandonados a su suerte por el desguace del estado.

Frente a esta situación, muchos colonos (pequeños productores) de parajes del distrito Avellaneda para pagar y honrar sus deudas tuvieron que vender sus campos a un precio vil, el que pudo y tuvo “mejor suerte” .Otros vieron entre llantos y abrazos sólo de familiares como le fueron arrebatados por la “justicia” a fuerza de remates aquellas tierras que habían pasado de generaciones de manos de los “nonos”, como se dice aquí. ¿Dónde estuvo la solidaridad de los poderosos, la República y la defensa de la propiedad privada?

Blanco algodón, manos silenciadas

Por décadas el cultivo por excelencia en los orígenes de nuestra comunidad fue el algodón. Tan importante fue que está presente en los distintos símbolos como el escudo de la ciudad.

La historia y el crecimiento de Avellaneda está vinculada fundamentalmente a la actividad agrícola especialmente del cultivo del algodón llegándose cultivar en épocas de esplendor, miles de hectáreas. Fue tan importante la actividad económica que nuestra ciudad fue declarada capital provincial y Nacional del Algodón.

Esta región era por excelencia junto al Chaco, las principales productoras de este cultivo. En la ciudad cada “campaña” del algodón que se extendía desde febrero hasta la época invernal, se veía “invadida” por miles de cosecheros y camiones que venían de distintitas provincias como Chaco, Formosa, Santiago del Estero trayendo cargas que se mecían como veleros en el mar, ya que por el poco peso, debían traer carga “alta”, voluminosa.

Es imposible concebir una fábrica sin obreros, como también aquella época un campo sin braceros. El trabajador en sus orígenes hasta la actualidad ha sigo el engranaje fundamental de la producción y generador de riquezas del sistema capitalista. Como el obrero fue en una planta fabril, el cosechero lo fue con sus manos en las plantaciones de algodón. Venían en su mayoría de Corrientes, Chaco. Algunos eran trabajadores golondrinas. Trabajo rudo si los hay, se desarrollaba desde febrero hasta mayo en épocas de invierno con las heladas, cuando las manos, especialmente los dedos entre las uñas se rompían producto del frio cuando se quitaban las “bochas”.

Además, estaba el peligro latente de serpientes como yararás, cascabel, o enjambres de abejas o camachuies. Cintura y manos eran las claves en la tarea y la más estropeadas. Esta recolección fue completamente manual por muchas décadas y era un cultivo que generaba mucha mano de obra directa. Así cuando hablemos de trabajo agrícola también debemos incorporar a aquellos criollos, de rostros curtidos y piel oscura, descendientes de aborígenes y mestizos. Estos actores fueron claves en la economía de la ciudad. Muchos, cientos de familias, se radicaron aquí.

Para el algodón no había edad, niños/as de 7 a 13 años, grupos familiares enteros, algunos explotados y trabajando de sol a sol. Recordemos hasta la llegada del peronismo los trabajadores rurales, no contaban con derechos sociales y protección de seguridad social. Hasta que se promulga el Estatuto del Peón Rural, que despertó la ira de terratenientes, quienes estaban acostumbrados a ser amos de sus “peones” llegándoles a pagar sólo con especias.

Esta medida despertó el descontento de la SRA y de los propietarios que no podían concebir la “intromisión del estado” Así los trabajadores rurales van a comenzar a cobrar salarios mínimos, descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de higiene y alojamiento.

Estos trabajadores, los de abajo, que forjaron Avellaneda no abundan en los símbolos y en la memoria de la ciudad. Hace algunos años el municipio construyó una rotonda cuyo monumento representa al “cosechero/a”. Como reconciliándose con ese pasado de piel oscura y manos callosas. Ahí está, es enorme, interpelando a esa historia oficial que oculta el ADN popular.

Actores negados/as: Las Ligas Agrarias e Iglesia de los descalzos

Rodolfo Walsh nos decía que “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece, así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

En la década del 60 y 70 Avellaneda no quedó exenta de aquella época convulsionada donde se luchaba por una sociedad mejor, con justicia y equidad. Pero para los libros de historia de la ciudad no figura un movimiento de masas como fueron las Ligas Agrarias Santafesinas.

Alguna vez existió en mi ciudad un movimiento gremial político que nucleaba a cientos, miles, de campesinos con conciencias de sus derechos. Verdadera puebladas, y actos multitudinarios como el realizado en las instalaciones de unos de los clubes de la ciudad: Barrio Norte. Cuentan que corría el año 1975, aproximadamente 5 mil personas, (en una población no superaba los 12 mil habitantes) Se escucharon discursos apasionados vinculados a la democratización de la tierra, en contra de los monopolios, y grupos de poder como la SRA. No había banderas argentinas flameando, la identidad nacional no pasa por vestir una camiseta argentina, sino entender y tener conciencia colectiva y de clase. Aquella que sólo me llevará a luchar con los “míos” los de abajo y no apoyar el “bando” de los poderosos. Eran tiempos de la patria real y no virtual, con un profundo sentido de sociedad integrada, de voces y acciones que interpelaba a los grupos con una clara consigna antimonopólica, experiencia rica que se interrumpió abruptamente en 1976 con el terror, la muerte.

Así como existió este campesinado que parecía tomar conciencia de clase y avanzar en acciones consecuentes, “las bases” por esos años contaba con una marcada presencia de sacerdotes que caminaban junto a los obreros, los pobres, los desposeídos. Aquellos que no bendecían la mesas de los ricos y poderosos, sino las de los abajo. Apellidos inmigrantes como Yacuzzi, Paoli, Mussin entre otros, marcaron la vida religiosa de este norte provincial y profundo. Comprometidos y solidarios con los pobres mantuvieron sus convicciones religiosas y políticas, sufriendo persecuciones y exilios. Hasta el día de hoy son ocultados y silenciados por el poder y la jerarquía eclesiástica de la región. ¿Será porque no les perdonarán a esos curas haber alzado las voz de los oprimidos? ¿Qué conocemos en la ciudad del Movimiento de Sarcedotes del Tercer Mundo? Donde quedó aquello que me decían en el catecismo de mi niñez que Jesucristo enfrentó a los poderosos. ¿Dónde quedó aquella cita bíblica: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”?.

La historia la ganan los que la escriben, queda mucho en la ciudad y región investigar, analizar nos pueden disputar la memoria pero no nos robarán la historia.