La creación de Don Manchini se materializó en el primero de una serie de films que lograron posicionar a un inocente muñeco como una encarnación del mal .
Si a algún lector le parece que los famosos bebés hiperrealistas de Antonio Juan tienen algo de diabólico, siente exactamente lo mismo que aquellos que en los años ´80 presenciaron el ascenso de los muñecos Cabbage Patch, conocidos en Latinoamérica como muñecos Pimpollo (para los que lo traían de México) o Basuritas, para los que coleccionaron sus figuritas.
Sin embargo, la figura de estos muñecos inspiró algo más grande, algo que terminó de confirmar que detrás de esas facciones aparentemente inocentes había algo siniestro, que terminó generando una de las franquicias de terror más lucrativas del cine de género.
“Fue a mitad de los´80. Yo estudiaba cine en la UCLA (Universidad de California) y los muñecos de Cabbage Patch rompían records de ventas. Mi padre había trabajado en publicidad y marketing así que yo crecí rodeado de eso y estaba interesado en escribir algo acerca de cómo la publicidad afecta a los niños como tesis para la Universidad pero al mismo tiempo quería escribir un film. Y con todo el auge de los Cabbage Patch que había en ese tiempo, escribí el guion de Chucky y maté dos pájaros de un tiro”, recordó en una vieja entrevista Don Mancini, el creador de Chucky, el Muñeco Diabólico, que este domingo cumple 30 años de su estreno en los Estados Unidos; y en la Argentina, se pudo ver desde una semana después.
La historia era sencilla pero efectiva. Acorralado por la policía, el asesino serial Charles Lee Ray (Brad Douriff) trata de resistir en una juguetería pero es abatido. Apelando a sus conocimientos de las artes oscuras, Ray traspasa su alma a un muñeco “Good Guy” que luego alguien compra y regala a Andy Barclay (Alex Vincent). Desde que cae en manos del niño, el asesino intentará repetir el rito pero para poder ocupar el cuerpo de Andy y continuar con sus crímenes libremente.
Sin embargo, el primer guion de Don Mancini distaba mucho del original. Para empezar el muñeco iba a llamarse Buddy, y la relación con Andy no sería de perseguidor y perseguido sino algo más psicológico. “El muñeco cobraba vida era porque Andy era un niño muy solitario. No tenía padre y su madre trabajaba todo el día. De esta manera, Andy se hacía un tajo en su pulgar y en el del muñeco para que fueran amigos para siempre. Y a partir de ese momento, comenzaban los asesinatos”, contó el autor.
En el primer guion Chucky actuaba así porque el niño sentía odio por la vida que le había tocado en suerte. “Chucky solo cobraba vida cuando Andy estaba dormido. Poco a poco, Chucky llegaba a comprender que es la encarnación del inconsciente de Andy y que si mataba al nene, este estaría dormido para siempre y él viviría eternamente”, agregó Mancini.
El personaje tuvo un más que auspicioso comienzo con Chucky, el muñeco diabólico (Child´s Play, 1988) una película dirigida por Tom Holland y que distribuyó Universal Pictures y que recaudó unos 44 millones de dólares en los cines de todo el mundo. Sin embargo, las verdaderas ganancias las generó en la industria del VHS, muy en boga por ese entonces. Los videoclubes compraban varias copias de Chucky y durante varios meses era “la difícil” de encontrar los sábados a la noche.
Lo bueno viene en frasco chico
El éxito de la película generó dos secuelas; Chucky, el muñeco diabólico 2 (Child´s Play, 1990 dirigida por John Lafia) y Chucky 3 (Child´s Play 3 de Jack Bender, 1991); pero éstas aportaban poco y nada a la historia; sino que eran una mera repetición de la original.
Ambas películas retomaban la historia del protagonista humano (interpretado de nuevo por Alex Vincent y luego por Justin Whalin) en diferentes etapas de su vida al que Chucky quería atrapar para poder ocupar su cuerpo.
Hacia 1997, Don Mancini no le encontraba una vuelta de tuerca al personaje y se había dado por vencido, al punto en que terminó por reconocer que la franquicia del hermano malvado de Dibu iba camino a convertirse en otra Martes 13 (Friday The 13th) o Pesadilla en lo profundo de la noche (A Nightmare on Elm Street, 1984), es decir en una sucesión de cuchilladas varias con poco guion y mucha sangre. “Trataba de desarrollar constantemente al personaje para que la audiencia no vea al mismo personaje una y otra vez pero no había caso. Soy culpable de haber escrito Chucky 2 y 3, ya que esas películas tuvieron a un Chucky “en extasis” y fueron poco interesantes”, reconoció Mancini.
Los años pasaron y Chucky seguía en el limbo de los asesinos en serie hasta que un día, el productor David Kirschner vio en un video club la carátula de la película La Novia de Frankenstein (Bride of Frankenstein, 1935) y llamó a Don Mancini para preguntarle por qué no le agregaban una novia a Chucky para que este mostrara una faceta más romántica aparte de la de asesino serial. “No quería que sea como James Bond, en el sentido en el que cada vez que ves una película de Bond, el personaje es siempre el mismo. También Jason y Freddy, aunque eso parece funcionar para ellos; pero para Chucky quería algo diferente y con la presentación de Tiffany (la novia en cuestión, interpretada por Jennifer Tilly) pudimos mostrar otro lado de él”.
Los dos productores convencieron a Universal de contratar a Ronny Yu y crearon la magnífica La Novia de Chucky (Bride of Chucky, 1998) que renovó la franquicia con unos 50 millones de dólares de recaudación.
Sin embargo, al final de esa secuela, los productores decidieron elevar la apuesta por lo que el siguiente film, dirigido por Don Mancini ante la negativa de Ronnie Yu, se tituló El Hijo de Chucky (Seed of Chucky, 2004). Sin embargo habían pasado seis años y la franquicia había vuelto a enfriarse por lo cual la recaudación se redujo a la mitad y el muñeco volvió al baúl.
Pasaron nueva años hasta que Universal estrenó La Maldición de Chucky (Curse of Chucky, 2013), y volvió a tener a Don Mancini detrás de cámara en una suerte de reboot que traía como novedad que el muñeco ya no era una marioneta sino un muñeco generado por computadora que ya no asustaba a nadie… salvo quizá a los millenials.
Finalmente, el año pasado llegó a los cines (los de Estados Unidos porque en Argentina, ni noticia) El Culto de Chucky (Cult of Chucky), también de Don Mancini, en la que junta a los protagonistas de las primeras películas (Andy, interpretado otra vez por Alex Vincent) y a Nica (Fiona Dourif) con una estructura similar a la anterior aventura.
En los últimos meses mucho se habló sobre una supuesta serie de Chucky, que produciría MGM y en la ni Don Mancini ni Universal estarían involucrados; pero de momento no se ha divulgado más información al respecto por lo que el querido muñeco maldito, soplará las 30 velitas en la soledad de un estudio de cine oscuro y abandonado, es decir en su espacio ideal; o quizá lo acompañe Brad Douriff, el actor que le prestó su voz por siete películas.