Cruz Polvareda. Una Cabeza Que Nos Obliga A Pensar

En una suerte de rima cósmica, en el presente año se pobló de celebraciones y recuerdos que nos obligan a tirar del ancla de un pasado que espera ser interpelado hace ya 150 años. A mediado de años, el concejal Cristian Marega presentó un proyecto que apunta a ser discutido y discernido el proceso del Ocampazo en el marco de la incorporación de la currícula educativa en escuelas del norte provincial. Villa Guillermina recuerda 100 años que distan de las revueltas populares que embanderaron luchas nacionales por reivindicaciones laborales; la presencia de Perón, siendo un teniente del ejército, sumado a la recepción de los restos del Cacique Cruz Polvareda, asesinado por la militarización al tiempo que recuperaban tierras a la civilización.

Los procesos evolutivos y la complejidad de sus avances quedan rendidos ante los recodos de su propia historia. Procesos incompletos, llenos de ausencias y desprendimiento nacen repitiendo su mismo camino. Desmemoria y desprecios, el norte de Santa Fe avanzó siguiendo preceptos prestados motivados a alcanzar una utopía sin presente, sin historia, sin lecciones aprendidas. El corriente años y ante sucesos inesperados, nos obligan a refundar un presente respondiendo preguntas que por 100 años decidimos ignorarlas. 100 años se cumplieron de revueltas sociales tras reivindicaciones laborales. 100 años de la presencia de quien dejó a un lado mandatos de represión inaugurando diálogos en el marco de la política como entidad y respuestas a desnaturalizar conflictos sociales inevitables.

La presencia de la cabeza del Cacique Cruz Polvareda, asesinado y decapitado por las fuerzas represoras de la época quitando del frente toda amenaza nos dice que este suelo fue silencioso protagonistas de la intolerancia, el desprecio e instaurados valores universales como la globalización y el sometimiento a los pueblos, no es una noticia de estos tiempos, ni mucho menos. La restitución y recepción de la cabeza de Cruz Polvareda nos obliga a reformularnos espacios de preguntas desde cuyas respuestas encontraremos explicaciones a paradigmas y la naturalización a tanta inequidad, a tanto sectarismo y la sucesión de tanto cortoplacismo que desemboca en un presente claramente individualista, racista y al mismo tiempo objeto de sojuzgamientos que empobrecieron y nos siguen empobreciendo como pueblo y sociedad. La rémora racial que nos caracteriza imprime una superioridad desde donde miramos al pasado con olvido: solo nos alejó de nuestra propia historia. Un negacionismo que nos segó de perspectivas y presente.

La civilización de Sarmiento, Roca y Alvear mataron millones de nativos e hicieron desaparecer pueblos ancestrales íntegros. La Forestar Argentina se llevó recursos naturales de nuestros bosques, sin reparar en miles de vidas, la friolera suma que asciende a U$S 4.000 millones. El centro norte de la provincia de Santa Fe sigue siendo pobre, hasta en identidad cultural. No existe un ritmo musical folklórico que lo identifique como región. La devastación no solo fue económica.

Ya no existen los pueblos Quom, Abipones ni guaraníes, Guaicurúes, Matacos y Mocovíes, salvo en reducidos reductos. Ya no existe La Forestal Argentina, tampoco existe el quebracho como riqueza natural. Nuestros pueblos viven de una historia mal contada con aviesas intenciones. Cruz Polvareda y la injusta estirpe genocida que lo asesinó nos dan, desde los recodos de la historia que insistentemente se repite, la oportunidad de encontrarnos con la verdadera historia que explicará nuestro presente más crudo. Tal vez, en breve y luego del desafío asumido, a las utopías que vislumbra el horizonte consigamos verlas con más claridad para enfrentarlas con entereza, oportunidades y desafío.