El nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) presentado este miércoles implica profundizar la recesión de la economía hasta un nivel que pondrá en riesgo la gobernabilidad por el crecimiento exponencial de la desocupación y pobreza que generará. Así se desprende de la combinación de las medidas anunciadas: banda de flotación para el dólar por debajo de la tasa de interés que seguirá en un nivel extremadamente alto por la decisión de no emitir más pesos por el próximo año, combinado con un exiguo aporte de fondos extras que apenas garantizan el repago de la deuda de este y el próximo año pero no da pistas de cómo seguirá una vez finalizado el mandato del presidente Mauricio Macri.
El voluntarismo del acuerdo, otra vez construido sobre el libreto tradicional del FMI sin atender ninguna de las particularidades de la economía argentina ni la visión que tienen los operadores financieros internacionales, anticipa una recepción entre neutral y negativa en el mercado, lejos de generar expectativas positivas que sirvan para revertir la imagen de una economía en crisis que generó el propio Gobierno desde la decisión de acudir al Fondo.
En lo sustancial, el acuerdo implica manejar el dólar en una franja de 34 a 44 pesos actualizada a una tasa de 3% mensual, con el BCRA comprando si perfora el piso y vendiendo si llega al techo (con el límite de 150 millones de dólares diarios a través de subastas), la prohibición de emitir pesos y una mayor contracción de la base monetaria. Con el ancla del dólar y la eliminación de la emisión de pesos, el Gobierno vuelve a la estrategia de combatir la inflación con la receta monetarista que fracasó en los dos primeros años de su gobierno y que generó la crisis cambiaria gestada por las Lebac.
Apoyando ese programa, el FMI amplió de 50 mil millones a 57.100 millones de dólares el crédito stand by y adelantó los desembolsos previstos, que se elevan este año de 6 mil millones a 13.400 millones de dólares y para 2019 de 11.400 millones a 22.800 millones de dólares. Después de las especulaciones de un paquete extra de 20 mil millones de dólares que hizo circular el Gobierno la semana pasada, los fondos extras no llegan a cubrir las expectativas. Además, al adelantar los desembolsos para garantizar llegar tranquilo a las elecciones, pone un gran interrogante sobre qué pasará en 2020, ya con el próximo presidente (o incluso el propio Macri si le sale bien y reelige) sentado en la Casa de Gobierno.
Probablemente el acuerdo extremadamente ortodoxo fue lo que decidió a Luis “Toto” Caputo a renunciar a la presidencia del Banco Central. Formado en las mesas de dinero, el “Messi de las finanzas” como lo consideró alguna vez el jefe de Gabinete Marcos Peña, Caputo debe haber evaluado que es inaplicable la política monetaria ordenada por el FMI. Ya sin posibilidad de garantizar rentabilidad ni a los bancos ni a los fondos de inversión que lo ayudaron a superar la crisis como Black Rock y Templeton, la única opción fue la salida del Gobierno.
El acuerdo lo anunciaron el ministro Nicolás Dujovne y la directora gerente del FMI, Christine Lagarde en Nueva York, desde donde se maneja ahora la economía de Argentina, mientras en Buenos Aires se conocieron datos crudos del nivel de actividad: la recesión se profundizó en agosto y cayó 0,8% en el acumulado del año, con una balanza comercial que profundizó el rojo y una fuga de capitales que superó los 2.700 millones de dólares en agosto y los 22.800 millones de dólares en el año, demostrando la baja flexibilidad de la devaluación para frenar la fuga de dólares.