En los primeros días del próximo mes de Abril, la gesta conocida como el Ocampazo cumplirá 50 años que nos separan de un recuerdo difuso, mas no, de los reclamos y una realidad social que establece un calcado parangón con la actualidad. El Concejal Cristian Marega, presentó una resolución que solicita establecer dentro de la currícula educativa en toda la región norte del departamento atento a la necesidad de convertir aquella gesta en materia de estudio, análisis y acercamiento a un pasado que la desmemoria local, condenó a una proeza histórica y desactualizada.
El “Ocampazo” fue una importante revuelta social sucedida en el año 1969 en la ciudad de Villa Ocampo, Santa Fe. Se trató de una huelga obrera que derivó en una pueblada en defensa de la histórica y principal fuente de trabajo de la ciudad, el Ingenio Arno, el cual, afectado por las medidas económicas de la dictadura de Juan Carlos Onganía, anunciaba su cierre definitivo. Es considerado como el primero de todos los movimientos insurreccionales del año 1969 en contra de Onganía, entre los que cabe mencionar a otros de los más importantes como el Correntinazo (15 de mayo de 1969), el 1º Rosariazo (21 de mayo de 1969), el Cordobazo (29 de mayo de 1969) y el 2º Rosariazo (16 de setiembre de 1969).
La semana pasada, el Edil Marega presentó un proyecto de resolución que, en el marco de cumplirse 50 años de la gesta histórica del norte provincial conocida como “El Ocampazo” se pretende generar un marco histórico, reivindicativo e incluso, una caracterización a instancia de su merecida revisión histórica de aquella proeza que el año entrante nos separará medio siglo de apaciguados recuerdos.
“Todos consideramos que el hecho fue no solo trascendental para la región, sino, una bisagra en la historia que comprende no solo reclamos, sino, decisiones que, aunque se logró resultados de coyunturas, permitió que el norte ingrese en estamentos de reclamos que ni la historia y aquel el momento podrían soslayar como un simple hecho”, explicó Marega.
La resolución pretende, desde y a instancia del Ministerio de Educación de la provincia, incorporar a la currícula educativa el desarrollo analítico de aquella gesta emblemátiva proponiendo una caracterización desde una perspectiva histórica. Marega no alcanza a asegurar que el tema sea instalado en las entidades educativas y mucho menos, su análisis en perspectiva, sin embargo, alienta en la esperanza de que el ministerio lo incorporará en toda la región, dado su importancia y comprensión académica. “Se debe explicar de dónde somos, de dónde venimos y quiénes somos”, señala el Edil en su esperanza de obtener una respuesta positiva ministerial en breve, atento a la resolución presentada la pasada semana en el recinto deliberativo y acompañado por el resto de los bloques de manera unánime.
El intento a dar un paso significativo en la necesidad de no solo reivindicar la historia reciente, sino, emparentarnos con los legados exudados por los míticos hechos; tal resolución deberá enfrentar el desapasionamiento y proverbial olvido que caracteriza al norte atento la cincuentenaria gesta concretada que albergó multitudes de vecinos y el pregón de expulsar una dictadura – Onganía – que debió enfrentar represión, tiros, heridos y hasta detenidos de participantes y reclamantes.
Marega coincide en su análisis que la gesta logró torcer decisiones que resultaban a la luz del entendimiento, imposibles de concretarlos. Aunque lo configura en la estreches cortoplacista, dado que dos década después, Villa Ocampo y la zona estaban suportando las mismas miserias y problemáticas, la distancia que el presente nos separa de su legado también se la adjudica a la desmemoria que nos aleja de cualquier resolutiva rebeldía.
“Si bien es cierto que uno mirando la historia y analizando lo que paso no nos deja de sorprender aquello. Creo que la gente ha cambiado y mucho. No así nuestros problemas, pero la realidad y la actualidad, su gente, sus instituciones han cambiado mucho si comparamos con la misma sociedad de aquella época. En la revisión del hecho nos hace replantear que ante una problemática parecida, plantear hoy un Ocampazo no deja de ser una utopía. Hubo cambios y alternativas en la metodología del reclamo. No obstante, ignorar aquello de lo que poco se habla y la desmemoria explican como hace 50 años atrás hubo tanto arrojo y el presente no nos permite suponer que eso sería una realidad al emular algo parecido en el presente”, reflexionó Marega.
Hechos e Historia
Ya en abril de 1968, la crisis de la industria del azúcar afectó directamente a la cuenca cañera del norte de Santa Fe. Luego de período el incertidumbre, el ingenio de Tacuarendí cerró definitivamente sus puertas. A finales de 1968, la Compañía Industrial del Norte de Santa Fe, propietaria del Ingenio Arno de Villa Ocampo, arrastraba un déficit de 1200 millones de pesos, se debían tres meses de sueldo a los obreros y aproximadamente 16 millones de pesos a los productores cañeros. Luego de solicitar infructuosamente un crédito al gobernador, la Compañía había resuelto vender el paquete accionario a cooperativas y entidades cañeras de la zona. El 10 de diciembre de 1968, en una asamblea realizada en la ciudad de Santa Fe, los empresarios titulares de la firma prometieron cancelar antes del 22 de diciembre el total de la deuda, pero el plazo no se cumplió.
El rotundo apoyo de la Iglesia: Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo
Apoyados en la encíclica “El Progreso de los Pueblos” dictada por el Papa Pablo VI en 1968, 18 sacerdotes liderados por el padre brasileño Hélder Pessoa Câmara, formaron el “Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo” (MSTM), elaborando una proclama en la cual consideraban que la situación de pobreza de los pueblos del tercer mundo se debía a la explotación de las corporaciones multinacionales apoyadas por los gobiernos de los países industrializados. Al poco tiempo, 260 sacerdotes enviaron su carta de adhesión logrando un amplio compromiso de la Iglesia en muchos países de América Latina, África y Asia. Tiempo después ya sumaban 500 religiosos. El 1º y 2 de mayo de 1968 el MSTM realiza un encuentro nacional en Córdoba asistiendo representantes de 13 diócesis, entre ellos el sacerdote ocampense Rafael Yacuzzi, líder del movimiento en Villa Ocampo y la zona. El Padre Eligio Giacomozzi, de Las Toscas, con una postura más conciliadora, pero en defensa del pueblo y de las fuentes de trabajo de la zona, se transformaría en el principal interlocutor con el gobierno provincial de facto.
El desenlace de la protesta
El 4 de enero de 1969 se creó la Comisión Coordinadora de la Acción de Lucha para conducir y encauzar la movilización en Villa Ocampo. Obreros y estudiantes iniciaron una huelga de hambre en el templo para exigir el pago de la deuda a los trabajadores. Al mismo tiempo, la Comisión Coordinadora iba tejiendo unidad y sumando voluntades entre los pueblos, campos y montes de los alrededores. Los obreros instalan una olla popular en Plaza San Martín, frente al entonces Club Social (Jockey Club).
El semanario “Ocampense” del 5 de enero de 1969, relataba con indignación el clima de esos días: “Una ola incalculable de clamor de justicia, de fuentes de trabajo, pan y tranquilidad, se oye en el norte. Villa Ocampo dio su grito de alerta y hoy se debate entre la vida y la muerte su suerte definitiva. Sin embargo sus hombres y sus mujeres no se resignan a ser un pueblo fantasma más. Los pueblos que no luchan, merecen ser esclavos”.
El 10 de enero, en un acto en la plaza Belgrano de Villa Ocampo, se convocó a más de 5.000 personas. Entre los oradores estaban el Padre Ángel Tibaldo y Luis Spontón, en esos años a cargo de la parroquia de Florencia, además de dirigentes sindicales y estudiantiles. La huelga del hambre (primera fase de la protesta) terminó el domingo 12 de enero al anunciarse que el gobierno provincial dispuso de 40 millones de pesos para el pago de los sueldos atrasados.
El lunes 13 continuaba la olla popular en la espera de más novedades. Luego de tres meses, ante el drama de la desocupación que se agravaba día a día, diversos sectores comienzan a deliberar un plan de lucha para enfrentar a la dictadura y sus políticas económicas. En abril, surgió la idea de iniciar hacer una marcha a pie hasta Santa Fe, por la Ruta 11 para instalar una olla popular frente a la gobernación. Uno de los bastiones de la organización fue el cura Rafael Yacuzzi. La idea recibió el apoyo de Raimundo Ongaro, líder de la CGT de los Argentinos quien encabezaría la movilización junto con el sacerdote.
El viernes 11 de abril, las campanas de la iglesia comenzaron a sonar convocando al pueblo. Las puertas de los hogares se abrieron, los maestros y alumnos dejaron las aulas y el pueblo entero colmó las calles de Villa Ocampo. A las siete de la mañana, los chamamé de una radio correntina eran amplificados por los parlantes animando a la gente. Luego de entonar el Himno Nacional y portando al bandera argentina llegaban los obreros azucareros al grito de “¡Muera la dictadura!”. Encabezados por el cura Yacuzzi empujaban contra el cerco de los agentes, quienes se retiraban. La “Marcha del Hambre” como fue bautizada, avanzaba. El gobernador santafesino de facto, Contralmirante Eladio Vázquez, ordenó la renuncia del comandante Palacios, intendente de la ciudad y en su lugar asumió Alcibíades Sambrana, quien también tuvo que renunciar por pedido del pueblo, pero se comprometió a apoyar la lucha.
Con ollas, carpas, abrigos y medicamentos, el pueblo recorrió las calles de la Villa Ocampo hasta la ruta 11. En el camino se sumaron unos cuantos tractores que pasaron a apoyar la cabecera. “Patria sí, colonia no”, gritaban los manifestantes. En la ruta esperaban los represores con palos, granadas, lanzagases y fals. Cuando los primeros hombres pisaron la ruta comenzaron a llover estelas de gases. Luego llegaron los sablazos, bastonazos y finalmente tiros de armas de fuego. La dictadura reprimía con plomo. De inmediato, el pueblo respondió con piedras y cascotes. Pasado el mediodía, llegaron más fuerzas policiales desde Santa Fe; y la represión se tornó indiscriminada y se expandió por todo el pueblo.
La policía ordenó la detención de 14 personas, incluidos Ongaro, el padre Rafael Yacuzzi y dos menores ocampenses, José Luis y Stella Maris Cracogna de 15 y 16 años respectivamente. Ongaro y Yacuzzi pudieron escapar siendo perseguidos por la policía y los detenidos que fueron llevados a la cárcel de Santa Felicia (Vera), fueron liberados al día siguiente.
La lucha fue larga, pero fructífera. Los ocampenses lograron conservar su fábrica con un plan de expropiación y funcionamiento del gobierno provincial por gestiones del padre Giacomozzi.