Acodado sobre una mesa, de las tantas del café céntrico, Ismael insultaba a su vida y se retorcía lamentando acciones impulsadas desde el crédito que sus ideas, idearios y particularmente, impulsado en defender a mentores en quienes creyó. Su tiempo de luchas en la que se cobijó por décadas, las sentía juzgada por el engaño y la burda inocencia con la que confió. Los retornos imaginarios envueltos en vergonzosa memoria lo interpelaban de un modo brutal e impiadoso.
Recorrió su vida de militante partidario e, intento encontrar respuestas racionales a los fracasos políticos que resignaron ideales y esperanzas para él y los suyos; convertidos, todo, en desilusoria impotencia. Fracasos que no se explicaban en ideales asumidos, decididas acciones e impulsadas con arrojo y férreo compromiso, mucho menos en clara y exigida lealtad. Sus ideas eran nobles y genuinas.
Su mirada al vacío y gestos abstraídos eran ya conocidos por la concurrencia y habitués del lugar.
– El fin de semana, tal parece, reclama respuestas. Es mejor no escucharlas, si se revelan, Pastor – subrayo Ricardo, al acercarse a Ismail mientras se hacía de una silla vacía contigua. Pretendía recuperarlo de su mundo solitario y reflexivo. El café y ruidos de ocasión, olían a químico de limpieza artificial.
Ismael, reconociendo su voz, levantó su vista y dio la bienvenida con gesto de aprobación a su presencia. Su fija mirada retomó el desafío y solo pregunto a secas: – “No es hora ya de respondernos con sinceridad. El tiempo solo responde con silencio y nos engaña en nuestra complicidad”.
– “Flaco favor le hacemos a nuestras convenciones y creencias” -, tras lo cual aseguró el pastor.
Los disvalores denunciados bajo la expresión analítica con pretensiones filosófica, es siempre tomado como una rebelión sin sentido y acaso, una inusual incomodad de la que debemos alejarnos e ignorar. Falsos valores morales y sociales nos ubican en desenfadados molinetes cuya sugerencia indica el cobarde camino a seguir. Cobarde, sin embargo, ajusticiado con legitimidad burguesa y acciones correcta escrutadas según el Sentido Común. Los resultados, aunque inexistentes para alguna minoría, aplauden injustos procederes y horrendas decisiones.
Las revoluciones se juzgan por sus muertos y sangre derramada. El sometimiento, por la tranquilidad reinante y la paz lograda.
Ricardo, advirtiendo el fracaso de su intento decidió acompañar amistosamente la congoja de su amigo, aunque sin advertir con certeza el motivo de sus sufrimientos e inquietudes. Acompaño con silencio su pesar.
– Creímos en él. Nos aseguró un futuro promisorio y próspero a todos. Denunciaba con énfasis las injusticias y se mostraba apesadumbrado ante la realidad de nuestra gente asegurando que todo iba a cambiar. En tres oportunidades nos traicionó, y, sin embargo y complaciente con el adversario, se movía entre nosotros como uno más de los nuestros. Tal vez, hasta el beso de su traición estaba presente como gesto de su accionar y pocos lo sospecharon”, – recitó Ismael con palabras que brotaban desde lo profundo. Su alocución era sostenida y no admitía interrupciones.
La mirada desencajada de Ricardo intentaba descifrar el relato que escuchaba atento y con gran interés. No se atrevía a preguntar de qué hablaba Ismael. Lo comprometido de su actividad pastoril, lo deslizó a suponer que recorría pasajes bíblicos, acaso, reclamados desde un brote mítico, delirante. Preocupante.
– “Nuestra biblia, Ismael, no define ni traslada literales acciones a la realidad, es metafórica, señala estructuraciones de cuyos destinos, son o serán juzgados por sus procederes en la eternidad” – reflexionó Ricardo. Su mirada hacia Ismael no dejaba de mostrar cierto asombro por lo escuchado y por el tono reclamante de Ismail en su decir.
– “¿Acaso hablas de Judas? ¿El traidor bíblico de los evangelios?” – arriesgo un replanteo Ricardo.
Ismael gira su cabeza decidido y con una ceja levantada, responde: – En absoluto. Estoy hablando del único concejal justicialista de Villa Ocampo”-.